Si me quejo. . .

Si me quejo de la vida

sería necia, sería loca

sería de corazón rocoso.

Si cuando tuve una hora adversa

todo mundo me apoyó

empezando  por Dios que

me llenó de un todo,

que me iluminó con estrellas

que me regaló milagros

que me acarició a través

de tus manos y 

con ellas me cuidó.

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Preguntar por qué a mí

sería creerme por sobre mis hermanos.

Si cuando miré a mi alrededor,

cuando logré salir de mi nube,

vi caras afligidas,

oí llantos de dolor

y supe que aquello era peor que lo mío,

y sentí ganas de fundirme con ellos

en abrazos sin fin, dales ánimo

e inyectarles  sonrisas.

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Vivir atenta sólo a mi "yo"

sería ahogarme en mares de egoísmos,

sería subliminar lo insignificante.

Entendí la verdadera magnitud

de las pavadas gigantes

y valoré le padecer verdadero,

no para ensalzarlo sino para derrotarlo

contando con la fortaleza que desde lo alto

nunca dejan de proveer.

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Si un día dejo de agradecer

será porque ya nada me causa admiración.

Porque cuando estiré mi mano

encontré tesoros,

abrí mi ventana y la brisa me besó;

pedí un abrazo y recibí mil;

temí tanto a las tempestades

que no me percaté de la hora en la que finalizaron.

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Desde ahora "gracias"

será la palabra con la  que 

mi alma se identifique.